El drama del escuchador no está en el hecho de tener que escuchar durante horas. No está en el hecho de que por saber guardar silencio, eso le condene al silencio. Su drama no está en el hecho de ser quien mejor conoce a perfectos desconocidos. Ni siquiera en tener que tener que compartir problemas particulares, ni en soportar dramas insoportables. Su drama no está en la soledad de no poder protagonizar diálogos, sino tan sólo de contemplar monólogos. Su auténtico drama es que a nadie le importa saber siquiera por qué escucha.
Ayer me sentí como el escuchador. Las personas que él tiene que padecer me parecen las de educación mán ínfima del mundo.
Yo llevo cascos.