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a mayo 7th, 2012

  1. Elvis is alive!

    mayo 7, 2012 by Alejandra Juno

    Acabo de volver de Graceland. No me malinterpreten. A mí siempre me ha gustado Elvis. Siempre me han gustado sus baladas, su voz aterciopelada, su innegable valor icónico. Pero yo soy una europea, y ese es el problema de la proto-virtualidad: un póster no deja de ser un póster. Y ahora he vuelto de Memphis, he vuelto de Graceland y en un par de días me he sumado a la ingente cantidad de fans que se niegan a aceptar que Elvis está muerto. No puede estar muerto. Porque si lo está, este mundo es un poco más gris, y un poco más pequeño y un mucho menos atractivo.

    Imaginaba que la casa de Elvis sería un circo ambulante lleno de personajes vestidos con su famosos «jumpsuits» recargados de metal. Imaginaba que todo sería artificial y comercial. Y lo es. Para las diferentes exhibiciones, su casa, su avión, sus coches, sus atuendos… hay que entrar siempre primero por una tienda. Y recorrer pasillos llenos de llaveros retratando un Cadillac rosa, y sus famosas gafas especialmente diseñadas para él, e incluso sus réplicas de sus «jumpsuits» por 2000, 3000 dólares. Pero, oh, es definitivamente la tierra de la gracia. El complejo entero destila el estado de gracia en el que Elvis vivió. Elvis era un genio. Elvis era único. Elvis era el Rey. Y todos y cada uno de los visitantes de su mansión, la recorren como se recorre un templo. Con devoción y sobre todo, con respeto.

    Visualmente recordado por su última etapa kitsch, Graceland atiende perfectamente a ese gusto. Salones intentando captar el estilo de Versailles, paredes decoradas con rayos, habitaciones que semejan ser una jungla. El infierno de los consultores para el fondo de armario. La casa… ¿de un niño? Sí, definitivamente la casa que todos hemos soñado de niños, en la que cada estancia invita a soñar una aventura diferente. ¿Y por qué no?  Y presidiendo, las siglas TCB, taking care of business, lo que fue el lema de Elvis durante largo tiempo. Ocupándose de las cosas, como hacen los hombres que son héroes no durante una hora, ni durante un día, sino durante toda su vida. La explícita declaración de intenciones de un adulto. El perfecto americano. Ahora entiendo la fascinación de sus compatriotas por el Rey. Elvis era el perfecto americano. El hombre que todo americano quiere ser.

    Un hombre sencillo, criado en la pobreza, sin malicia, sus años desperdiciados en Hollywood lo prueban. Generoso hasta perderse a sí mismo. Un hombre que desde niño sueña con ser «algo más». Y que cuando tiene la oportunidad decora su casa como un parque de atracciones, totalmente ajeno a la dictadura de lo que «debe ser», atendiendo a lo que «debiera ser»: simplemente haciendo realidad lo que sueña. Y si soñó mover su pelvis como nunca nadie la había movido antes, jamás hubiera hecho lo que años después hizo Michael Jackson porque «su madre no lo hubiera aprobado». Esa mezcla fascinante e inagotable entre la ambición y la inocencia que caracteriza a los estadounidenses. La creencia absoluta en que se puede alcanzar la luna simplemente alargando los brazos.

    La imagen de un hombre que desde el suelo se proyecta al infinito. Que rompe con lo establecido pero no hasta el punto cruel de hacernos creer que lo que hasta el momento ha sido nuestro mundo no ha merecido la pena. Funcionando como nexo entre un pasado que recordarnos con una sonrisa y un futuro que imaginamos con un escalofrío de placer. Y su música. Lo sofisticada y contemporánea que todavía suena su música. La increíble combinación del country, gospel, soul… La cadencia hipnótica del blues de doce compases, su voz irreal, su presencia absolutamente magnética en el escenario. Magnética. Su contribución innegable a nuestro siglo XX. Ni que decir tiene que fue Elvis y su híbrida obra los que dieron el pistoletazo de salida para el movimiento de los derechos civiles en USA. Y en cierta manera el hombre que alentó la actual liberación sexual de la mujer occidental. Nunca he sido una mitómana, siempre he tenido muy clara la diferencia entre la persona y el personaje. Pero Graceland no sólo deja claro el artista inconmensurable que Elvis fue. También deja entrever una persona a la que todos hubiéramos querido conocer. Ese «next door boy» que nos roba el corazón con su encanto inacabable. Que sin proponérselo, cambia el mundo, sólo siendo quien es. Ese tipo de ser humano tocado por completo por la gracia y no sólo su guitarra. Y aceptar que una persona así ya no existe, es triste. Triste incluso en la distancia. Porque realmente necesitamos seres como él. Seres que hagan más hermosa nuestra existencia.

    John Lennon dijo que antes de Elvis no había nada. Nuestra vida empieza con Elvis. Empieza con un flequillo rebelde, con una sonrisa ladeada, con un requiebro travieso de cadera. Elvis es la cara visible de la auténtica democracia. Nos hizo saber que las estrellas también existen en la tierra. Nos hizo creer que todos y cada uno de nosotros también podríamos vivir nuestra vida como una rock star. Maybe he has left the building but the King is still alive.

    Elvis vive

    Elvis vive

     

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