Me parece terriblemente injusto que digan que «la noche americana» la inventaron los americanos. Ya saben, ese efecto cinematográfico en el que rodando de día se aplica un filtro para que parezca de noche, dando a todo el conjunto una luz azul que semeja la de la luna. «La noche americana» la inventó Dios, o la naturaleza, o el Chi, o como lo quieran llamar. Hay días que se viven en noche americana. Hoy hemos tenido un día así. Alerta de tornado, lo que en Compostela viene siendo un día normal y corriente. En estas ocasiones el día y la noche se juntan, se funden, se solapan y no se puede decidir a ciencia cierta si es el uno o es el otro. Hay luz, pero es una luz nocturna, azulada, el punto exacto para no saber si se ve o no se ve. Es el relativismo visual total. Estar entre dos mundos, entre dos tiempos, entre dos vidas. Un eclipse de varias horas en las que todo puede pasar. Por eso en estos días lo único que apetece es quedarse en casa, ante lo desconocido del exterior y bajar las persianas y acurrucarse en la cama mientras fuera se oye llover, o encender todas las lámparas y jugar a Dios decidiendo exactamente qué luz hacer. Difícil decantarse. En estos días uno se asoma al abismo de lo desconocido y se refugia en su interior para descubrir que posiblemente está todo tan confuso como el mundo ahí fuera. Tengan cuidado ahí dentro.
Con ese tiempo uno sólo puede quedarse en casa o hacer una fogata a la espera de que lo embosquen los indios.
Desde dentro de casa , con sofá cómodo y las cortinas descorridas, la noche americana se disfruta fetén.
A mí me encanta tu noche americana, sobre todo con ese final que has escrito y que me inspira una película de esas por las que yo me pirro.
Me encantara algún día poder leer tus crónicas americanas en la prensa de aquí. Me
parecen crónicas frescas, con un dominio del lenguaje sublime, divertidas y amenas,
independientemente del tema que trate, o del viaje que hagas, y siempre al terminar,
imposible evitar una sonrisa de satisfacción, me gusta.