No había nada que ella pudiera hacer. Por supuesto podría irrumpir allí, gritando e intentando explicar en minutos con palabras lo que lleva una vida explicar con actos. Pero esto era la realidad. La realidad. Todos los diálogos mentalmente ensayados acabarían en desastre. No recibiría ni una respuesta correcta. A veces, atreverse a vivir es el camino más corto para convertir una comedia romántica en una película de terror.