Alcanzar la luna parecía difícil. Pero desde tiempos inmemoriales se habían hecho todo tipo de intentos para lograr tal fin. Desde los ahora cómicos inicios del chino Hu Wan, quien en el siglo XVI aplicó una serie de cohetes a un silla con terribles resultados, hasta los sistemas ideados por el auténtico Cyrano, (botellas de rocío, imanes gigantes), hubo pocas cosas que no cruzaran las mentes de los aguerridos exploradores. Finalmente todo se redujo a una cuestión de desarrollo tecnológico. Hubo que salvar el obstáculo de poder construir un vehículo con la suficiente propulsión como para alcanzar la meta, solucionar los diversos problemas relacionados con la falta de gravedad y oxígeno, y cosas tan mundanas como sobrevivir a la baja temperatura. Gracias a la carrera espacial entablada en la guerra fría entre USA y la URSS, el primer hombre en la luna se hizo una realidad el 21 de julio de 1969.
La carrera hacia la estrella polar es otro tema. La distancia es tan grande que un viaje a este astro comprometería prácticamente la vida entera de quien allí fuera, a no ser que se consiguiera doblar el continuo espacio-tiempo, posibilidad física aún muy lejana. Pero aún superando esa barrera, lo cierto es que la temperatura de esa estrella es tan extrema que no habría material capaz de soportar un aterrizaje, qué decir de un cuerpo humano.
Pues bien, eso se proponía él: alcanzar la estrella polar.
Intentar lo imposible por lo menos provoca estar siempre en movimiento. Keep going.